miércoles, mayo 23

Superandolo *

en media hora

Me levanté con mal cuerpo, nunca me gustó madrugar, y menos los miercoles.

Hoy era uno de esos días en los que un sueño inacabado te agobía hasta que te lavas la cara, según iba al baño solo podía pensar en: aparcamiento, comida, lluvia, discusión, media hora, reja... todos estas movidas me rondaban por la cabeza.

Como tengo decidido que los miercoles no pienso, le di al puto grifo de agua fría, me empape bien las cara y salí del baño sin paranoias, jodidamente helado pero sin paranoias.

Me encendí un cigarro y empecé a vestirme. Cuando terminé le dí una patada a unos pantalones sucios pesando que los ingenieros eruditos habrían inventado la ropa inteligente, ropa que se va directamente a la lavadora cuando le toca, comprobé que no estaba todavía no estaba en el 2150, pero me dió bastante igual, y el pantalón seguirá donde cayó.

Di un portazo y al salir a la calle me di cuenta de que la lluvia no me la estaba soñando.
Iba andando tranquilamente por los soportales, resguardando mi cigarro cuando cruzaba las aceras. Nunca fuí de correr cuando llovía, y no iba a empezar hoy, así que seguí a mi ritmo, esquivando paraguas asesinos, lagos en medio de la calle y goterones helados que aciertan siempre en la nuca.

Los putos coches me estresaban. Si ya lo hacían de por sí sin lluvia, con lluvia era infumable. Era un no parar de acelerones, pitidos, casi atropellos... La gente es subnormal, y cuando llueve más.

Lo bueno que tiene la lluvia, es que no hay pólen, y lo malo, que al día siguiente hay más pólen.

Llegué al bar, que estaba practicamente vacío. Que paz. Dejé la chaqueta empapada en un taburete, me acerqué otro, encendí un cigarro que dejé en uno de esos ceniceros de publicidad de wishky tamaño mesa camilla, siempre pensaba, hasta que no lo llene no me voy, y me descojonaba. Pedí un café de desayuno, doble taza por menos del doble de precio, podría invitarme alguna vez esta tia puta, pensé.

Me sacudí el pelo y me senté en el taburete, esperando al café con mi cigarro, y jugando con el cenicero.

- ¿Qué? ¿Llueve? ¿No? - me propinó la camarera según me ponía la leche fría en el tazón.

- Tres preguntas del tirón, a estas horas. No me vengas jodiendo -

Sonrió y se fue a cambiar los super exitos de un triunfito, por el 87 latino de la tv. De malaga a malagón. Su puta madre. Con el aprecio que tengo a esa música.

Siempre pienso que lo hace por joderme, por verme la cara de asco y desesperación cuando me taladran los ritmos repetitivos y las letras de segundo de primaria. Después de esto, me planteo que a lo mejor el mundo no gira a mi alrededor.

Después de un par de cafés, se fue despejando el día. Empezaban a cantar los pajaros, los paraguas se cerraban, la gente volvía a su ritmo paseo olvidando su velocidad matar con paraguas y ineludiblemente, el bar se petaba.

La acción reacción de que el bar se fuera llenando, es que la música iba subiendo de volumen exponencialmente, y así, el volumen de la gente. Era una situación acojonantemente agradable.

Entre todo el puto jaleo, la vi entrar por la puerta y tras mirar a uno y otro lado se acercó a mí.

Hoy triunfas campeón, pensé.

- ¿Es tuya esta chaqueta? - me preguntó, señalando mi puta chaqueta mojada que había dejado en el puto taburete.

- ... sí. - la aparté del taburete, la doble, y me la puse en el regazo con desgana. - todo tuyo - le dije señalando el taburete.

Mucha suerte iba a ser, que de primeras dadas, esta tía se me pusiera a tiro. El mundo no gira a tu alrededor, resonaba en mi cabeza.

Se pidió una cerveza y miraba distraida un videoclip de pantomimaton.

- Vaya mierda de música - dice.

Imagino que me lo dirá a mí, total, está rodeada por un par de viejos que le dan la espalda, y un grupo de gilipollas-costumbristas hablando de derrapes.

- Te diré - hay esperanza chico, puede que haya inteligencia bajo esa melena rubia.

En ese momento empecé a sentir algo en el estomago, me vino a la cabeza un fotograma de algún serial, anuncio o película en el que se un chica con la mirada perdidad en el horizonte y un brillo de subnormalidad en sus ojos decía "cuando me enamora siento mariposas en el estomago".

Lo mío no eran mariposas, era ardor por el puto café. Así que llamé a la camarera.

- Marquesa, cobrame lo mío y lo suyo.

- 3,30.

- Cobrate.

- Ah! gracias! - dijo la chica.

No te hagas la sorprendida hija de puta, que sabes de que pie cojeo, y con el ardor que tengo ahora no es el mejor momento para gilipolleces.

- Las tuyas maja.

Se sonrie mientras levanta un poco el hombro izquierdo. La camarera me da la vuelta.

- Gracias.

- Las tuyas maja.

Miro de nuevo a la chica, que se hace la distraida quitando la pegatina de la cerceza, esperando que le diga algo antes de irme, y no falló.

- Ya me invitas tu otro día a lo que sea. - le digo guiñandole un ojo.

Y sin perder la atención de la pegatina y en una media sonrisa, consigo a distinguir un:

-Vale.

No se porque sigo guiñando ojos si no me miran, hijas de puta.

Puto ardor de estomago.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No se que fecha tendra esta entrada pero me da igual. Me ha encantado, lo mismo se podria traducir pero siendo la protagonista una tia, que tampoco somos tan diferentes.