Y cuando aquel día, al fin, después de tanto tiempo, la encontró en el sofá lívida y desangrada, se dio cuenta de cuánto le gustaba su vida.
Nunca supo exactamente a qué agradecer aquella muerte repentina, si a las 23 puñaladas asestadas o a la comida hipercalórica que tanto le gustaba a ella.
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Y cuando aquel día, al fin, después de tanto tiempo, la encontró en el sofá lívida y desangrada, se dio cuenta de cuánto le gustaba su vida.
Nunca supo exactamente a qué agradecer aquella muerte repentina, si a las 23 puñaladas asestadas o a la comida hipercalórica que tanto le gustaba a ella.
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